Después de un viaje largo, ahí estabamos. Llegando a
Madrid de nuevo. El brevisimo paso por el
País Vasco me pedía imperiosamente que me baje. Pero los viajes se hacen de a dos, y las rutas, los horarios y las cuentas no daban para la excursión hasta
Oñati. Cosa que deberé hacer en algún momento de la vida.
Para entonces ya había quedado atrás el auxiliar vasco del bus que parecía malo pero era bueno y gracioso, sobre todo cuando histeriquiaba. Escuchar a un vasco histeriquiar a una rumana, es de esas cosas, que allá en el sur de donde somos no se da nunca. También un albanés con ojo de vidrio y otras personas de un lugar que antes era URSS y ahora no me acuerdo como se llamaba.
Pero ahí estabamos, en
España. Yo ya había estado en
Madrid. Y esa experiencia es digna de ser borrada. La pase muy muy mal. No así en
Barcelona, ciudad en la que estuve cuando viajé sola (hace 10 años!) mucho tiempo.
Baje del micro odiando estar en
Madrid, por todo esto que me pasó. Lloré cuando bajé del bus, lloré cuando tenía que subir y bajar las escaleras del metro con Hassan (si, mi enorme bolso negro) y lloré cuando llegamos al hospedaje y me acordé que en
Madrid, son pocos los edificios de esos que tienen mil hospedajes que tienen ascensor. Y decididamente lloré en la puerta como si tuviera dos años y me dejaran abandonada en la estación Morón.
No me sentía a gusto llenando los papeles con los ojos rojos de llorar. Verguenza. Era un hospedaje de unos cubanos.
Bajamos por
Malasaña. Encontré el hospedaje que tanto odie en
Madrid en invierno de 2012. No recordaba que la calle fuera peatonal. Hacía frío y estaba todo cerrado. Era feriado en
Madrid, el día de Santa Almudena.
De camino a la
Gran Vía, pasé por un negocio
Two&Two. Me llevé un bolso y un buzo (o polerón) muy barato. Después, también por poca plata, comí un Donner Kebab en un lugar que se llamaba La Libanesa. Y compré dátiles por pocos centavos en un supermercado chino (mucho más barato que los chinos de Villa Crespo #Fail) De a poco me iba amigando con
Madrid.