Alejandra tiene una foto en su perfil que la favorece. La típica foto profesional sacada para tener en una publicación. El pelo de peluquería, y hasta el maquillaje podría estar hecho por una especialista del making up. De esas fotos que la luz, te hacen el cuello más fino y la piel fresca como lechuga, dirían las abuelas.
En la vida real, ni el cuello es tan fino, ni la luz ayuda, ni la piel es tan fresca ni tan elástica. Ella se mueve sobre unos pequeños tacos que se van gastando, de sostener al peso de tan anchas caderas.
Con una cartera mediana, de cuero de años atrás se acerca a dar clases de historia. Claro, que para mostrar que es más profesora que otros va con portafolio lleno de papeles y una carpeta en la otra mano, como si el conocimiento se midiera en la acumulación de recortes y papeles.
Como si fuera lo único que importara ella habla de Yrigoyen. Habla como mirándose en un espejo. Pero delante de ella, hay personas que tienen la cabeza en cualquier lado, que en los jefes, los hijos, los maridos, las amantes, los padres, la inflación, Cristina, Tinelli, será verdad que Ayelen Paleo no se baña, los Wachiturros en Lomas, etcétera, etcétera. Pero Alejandra no se entera, solo escucha sus lindas palabras.
Termina, la clase, junta sus papeles y sin querer se mira en el vidrio de la puerta.
Lamenta que “El hombre de tu vida” sea solo un lindo programa de Campanella y que Guillermo Francella no sea Hugo Bermúdez y ella no fuera “La Pesada”.
Una vida sin vida
ResponderEliminartotalmente de acuerdo Matí
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