Día 3...seguimos en París, hoy Sacre Coeur

 - Buen día amol
 - Buen día

Y me hundó un poquito en un colchón, alto, mucho mejor que el de casa, por algo la habitación está en los 500 euritos la noche. Bendito regalo. Y me miro un poquito en el espejo circular de la puerta del ropero.

Hay que despertarse. ¿Qué hora es? Las siete. Temprano, ¿no? Si, pero es París y se hace tarde temprano. Ok, tenemos desayuno. 

Ducha caliente, baño caliente, espejo luminoso. Botas, calzas, remera, sweter al desayuno!




Desayuno..wow wow wow. Esto es un desayuno. Esos desayunos en los que odio que no me guste el queso, porque nunca había vistos tantos quesos, ricotas y cosas así diferentes.


No puedo con mi genio y comí salchicas de cerdo y de pollo, papas y tomates al horno, jugo de tomate, de pomelo y un café. Me siento condenada a muerte en su última cena. 
Aunque el lugar era chic,Brasserie Haussmann,  todos comían como si fuera la única comida del día.


De un lado nuestro estaba una señora que nos hablaba bajo y en un idioma que no entendía cada vez que su hijo se levantaba a buscar algo, un yogur, una ensalada de fruta, un café, un cereal. 

Del otro una familia de alemanes, padres cuarentones hijos de menos de 12 años. Mi gordo, solo para hacerme enojar, me decía que el padre de familia era igual a Rhys Ifans. Dicho de otro modo, era un cuarentón con onda, lentes de pasta y pelo largo, pero oldie que no acepta el paso del tiempo. Bautizamos al grupo la familia Ifans.

Puff el desayuno nos comió gran parte de la mañana. A caminar Sacre Coeur nos espera. Imagínate para mi que veo Amelié y lloro, el efecto volver a París 10 años después hace que mi corazón se ponga más rapidito.

Caminamos hacia arriba, en el medio, todos esos locales en donde los parisinos compran para comer. Pensar en el supermercado chino de Estado de Israel y Corrientes en donde me hago de mis víveres a diario. Me deprime. 

Jugamos con cajitas musicales entrando a Montmartre, fuimos a esos hermosos baños públicos y gratuitos que se limpian solos, que tienen los parisinos. Y allí estaban las escaleras o el 1.7 euro del funicular. Subamos las escaleras dijimos.

Mamá!!!. Que fuera de todo que estamos. Aire, calambres...ohhhhh. Llegar al mirador, sentarse un poco en un banco mojado, encontrarse un encendedor, aunque nadie fuma y a juntar fuerzas para lo que queda del día. Además, hoy era día de cena.

La calesita de Amelié, averiguar un par de hostels para la vuelta y caminar derecho por el Boulevard de Rochechouard hasta el Clichy para ver el Moulin Rouge. En el medio la Cigalle, la posta, no en donde iba a tomar un mojito los lunes de DJ francés en el Down Town Baires, La Pigall y un montón de sex shops, muchos muchos muchos todos juntos.  Bien el Moulin Rouge.

Seguimos caminando, París es para caminar, descubrir más negocios lindos. Subir al piso 7 de las Galeries Lafayette, aun después de haber quedados reventados por la escalera de Sacre Coeur, para ver un atardecer de París desde arriba y sin poner un peso! (o un euro). Un hermoso atardecer, no puede ser de otra manera en París.  Hasta hacer un stop, ponerse lindos y a la cena especial.

La cena especial, la teníamos en el Paradis Latin. Un lugar para quienes gustan de esas cosas. Al menos me puse un pañuelo negro hermoso, que me había encontrado el día anterior en un lugar en donde comió mi marido, como un Mc Donalds francés que no me acuerdo el nombre, y que quedaba frente al pizza Hut, el Hipopotamus y el Gaumont. 

Son las 9:30 ya estamos de nuevo en el hotel. Claro, con un stop en el Monoprix, Unas tres horas antes de lo previsto. A desenamorarse de estas almohadas, de estas sábanas y hasta de la gente linda de la recepción. Amo a las mujeres francesas. Casi tanto como el último desayuno big size que me espera mañana, en el número 18 del Boulevard Haussmann.