Era el último domingo de elecciones de este año lleno de elecciones. A mí otra vez me tocó ser presidente de mesa, y a Vanina ser presidente suplente. Está vez faltó la chica fiscal de Duhalde con la que habíamos pegado onda, pero llegó otra del PRO, que al principio miramos raro, pero que después se prendió y pintó buena onda. Tarde amena, la chica Vanina, me pedía a gritos que le ofrezca mate al gendarme para que se siente a hablar con ella. Claro, tenía poco más de 20 años y 4 años de novia encima, así no hay juventud que aguante.
Pucha, que era feo el Gendarme, y encima era gendarme, pero las chicas que salen de colegio de monjas son así. Mientras tanto con la chica PRO teníamos conversaciones de “grandes”. Ella era madre, yo soy casada. Ninguna de las dos estábamos para hacernos las lindas con un chico gendarme y feo.
Cerrando el día llega un señor como de 55 años, hippie de pelo largo que se suma a la mesa. Era el fiscal del FPV . Con las chicas al principio lo odiamos, sin embargo, con sus historias de la gloriosa JP me fue cayendo simpático. Sobre todo me dejó una enseñanza sobre la militancia. Cuando militás te vas a encontrar un montón de cosas que no te gustan, pero la satisfacción que te da es impagable.
Debo reconocer que me dejó pensando.
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