Si es un lugar común, todas nos creímos un poco Amélie en algún momento. Levante la mano quien después de ver Le fabuleux destin d'Amélie Poulain (2001, Audrey Tautou, Mathieu Kassovitz) no se cortó el pelo como ella?! (Que mal nos hizo un poco Jean Pierre Jeunet a todas, no?)
Bueno, yo también llevé el pelo corto, y hoy muchos, muchos años despúes, como quien no quiere la cosas desempolvé la banda sonora de esa película. El responsable, Yann Tiersen, un violinista francés que hace cosas beatiful, beatiful.
Es una música que te hace soñar, con bicicletas sencillas que atraviesan calles empedradas, con olor a pan para comer con crema, a felicidad casi infantil, a recuerdos en cepia, a cielos estrellados. A volados, a cintas de colores, un poco de terciopelo y mucho de corte y confección.
A galletas horneadas con amor y dulce de cassis, arándanos u otros de esos berries (sin envenenar, no como en The Good Girl, con Jennifer Aniston, Jake Gyllenhaal, Zooey Deschanel, Miguel Arteta 2002 ) o tal vez a higos.
A paredes empapeladas, a pisos de madera, a suave brisa en la cara. A otoños dorados, escaleras de mármol y ascensores antiguos, o un cine como el de Shoshanna Dreyfus (Mélanie Laurent en Inglourius Basterds o Bastardos sin gloria o Malditos Bastardos, Quentin Tarantino,2009) o un teatro como el del Ilusionista (Sylvain Chomet, 2010) un Paris con aguacero, al que después le sale un poco de sol brumoso.
Al Paris que todos, aun los que no estuvieron nunca quieren volver. Al Paris de los mimos de Paris, je t'aime, al Paris de mi remera que dice Au revoir, al Paris de Hugo Cabret.
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